Friday, September 29, 2006

EL RELOJ PARADO A LAS SIETE

" En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas casi desde siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.

Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos durante el día, dos fugaces instantes , en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas (...)

Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos anadres, marcan las siete, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del universo.

Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección ... Pero pasado ese instante, cuando los demás relojes acallan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que alguna vez detuvo su andar.

Y yo amo ese reloj. Y cuánto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.
También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.
Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.

Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, ..., decir y sentir más las cosasen esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.

La primera vez que lo sentí , traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre . Pero no fue así. Como mi amigo el reloj, también a mí se me escapa el tiempo de los demás.

... Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática,a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que costumbro a llamar vida.
Pero sé que la vida es otra cosa.
Yo sé que la vida , la de verdad, es la suma de aquellos momentes que, aunque fugaces, nos permiten estar en sintonía con el universo.
Casi todo el mundo... cree que que vive.

Sólo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo gris y al repetitivo andar de la cotidianeidad.
Por eso te amo, viejo reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo."

Un cuento de Papini para Jorge Bucay

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