Qué pena que tu madre no confíe en tus palabras.
Qué pena enfadar-se
Qué pena no entender-se.
Una empieza a estar harta de ciertas actitudes. A mi no me compensan los buenos modos y las caricias que pueden venir después, si por una tontería he de tener semejante disgusto. No me sienta nada bien que me chillen y desconfien de mis palabras y mis actos. No me gusta que me prejuzguen sin contrastar la información. Esto no es la primera vez que ocurre. Yo deberia ser lo suficientemente madura para estar por encima y objetivar, pero duele. Ahora bien, con su edad, ya deberia ser bastante consciente de lo que se dice y con quien se habla.
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